miércoles, 31 de octubre de 2007

El borde del coñac lluvioso (Historia de un amor)

Raramente vi a una sombra que corría lentamente delante de mí, pero no buscaba eso que yo sospechaba, sino que había una estrategia mágica para alcanzar el halo de luz que fluía del lago de unicornios sin voz.
Creí que era mi sombra esa extraña figura, pero no, aunque existía una gran posibilidad de que lo fuera, no era; pues mi sombra estaba cansada de ir detrás y se unió a la otra para ser más potente y evadir los rayos enérgicos que sin ella yo ya no poseía.
Buscó rápidamente una flor y sin ya más remedio que comerla, la juntó con gran agonía del jardín de las penumbras. Quizás no conocía el amor, pero recuerden que no sólo era mi sombra, sino dos, juntas por un mismo propósito: el de realizar una entrega estelar.
Cayeron en un profundo sueño de intrigas y discordia, pero jamás creyeron en que volverían a la tierra de sus antepasados, pero, ¿Por qué buscan lo que no existe? si en verdad
¿No hay sombra sin persona y aquí hay dos con una?. Se unen pero en realidad son las mismas, no hay una sin la otra, y sabiendo que jamás alcanzarán esa mágica rueda.
Yo creo, que inconscientemente, la búsqueda es algo que se encuentra, pero en el caso del propietario de la sombra, siempre fracasa, aunque se merezca su marca divina, no la tiene,
pero la valora como a ningún ser que posa sus pies sobre la tierra.
No te sientas identificado pues no vives el polen de una margarita, ni imaginas ser parte de ella. Si algún día sientes algo profundamente similar, entenderás parte de esta pequeña pero extensa e invocada historia de amor, hacia un simbolismo pleno y replegado en un pétalo de caricias al albor de los corazones.

Parte II: Volando en un mundo invisible al color surrealista.

Parte III: Conclusión de lo que fue y no pasó.

No sé cuál fue el propósito de la búsqueda, si aplicando las deformaciones que sufre nuestra adolescencia hoy, hubiera bastado para conseguir mis objetivos sentimentales.
Aunque, quizás, si las sombras no se hubieran perdido en las penumbras de lo infinito, sería sencillo recorrer el camino hacia las puertas de las entrañas de su corazón.
Todavía no entiendo que entregándole el Sol, la Luna, las estrellas, sus deseos, no logro captar sus radiaciones de cariño. Tal vez, ya más adulta, quiera tener algo parecido pero disimulado. ¡OH, porque el destino azota con su látigo de melancolía sobre mi pobre y ya agotado sistema intuitivo! ¿He cometido el error de otorgar a esa flor todo lo que quería? o ¿le brindé tanta confianza y amistad que ahora cualquier tema que podría trascender no penetra el tenue campo que recubre sus más puros sentimientos?.
El tiempo asecha y los días se evaporan, pero en un minuto indeseado se logrará que el jardín de los siglos roce con su perfume a esa rosa perdida en el fruto de la razón.

*1999

jueves, 18 de octubre de 2007

Pequeño duendecillo azul

La tempestad y las muñecas de cartón
asemejan el alba.
Un despertar azul
quiebra mi alma.

Arte, fiera salvaje,
vuelves y huyes como esa marea
arrastrada por los leones amarillos,
desarmados, vertiginosos
y así...

"así cae el alba"
piensa el duende aquél.

*Octubre 2007